La piel de los dedos, las palmas de las manos y las plantas de los pies reciben el nombre de piel de rozamiento. Y esto es así porque esta piel carece de folículos pilosos y de glándulas grasas y presenta unos relieves epidérmicos o estrías que facilitan el asir objetos y el caminar.
Estas estrías de rozamiento —también llamadas crestas papilares— se componen de hileras de poros sudoríparos que transpiran constantemente. Y esta transpiración mezclada con grasas de otras parte del cuerpo pasa a la superficie de otros objetos cuando los tocamos. El dibujo de las estrías de fricción que se transfiere es lo que se conoce como huella latente.
Estas impresiones latentes no se observan a simple vista, por lo que se han de “revelar” de algún modo para incrementar su visibilidad y contraste.
El método más frecuente para revelar huellas sobre materiales no porosos, consiste en la utilización de un polvo dactilar para realzarlas.
Este polvo se puede componer de muchos ingredientes distintos que pueden variar según la fórmula escogida, pero suelen contener esencia de trementina, óxido férrico negro y pigmento negro de hollín.
Se aplica sobre la superficie escogida con un pincel y el polvo se adhiere de forma mecánica al aceite y demás componentes húmedos de la huella latente, con lo que ésta se torna visible y deviene apta para su tratamiento.
Así se puede, de entrada, clasificarla en uno de los cuatro tipos de huellas dactilares existentes:
Nota sabionda: Son diferentes para cada individuo, incluso son diferentes las de los gemelos idénticos. Las crestas papilares se forman desde muy temprano, entre el tercer y cuarto mes de embarazo y su patrón va a depender tanto del genoma como del ambiente. Al formarse la piel del feto en el útero materno, queda expuesta a diferentes condiciones tales como la presión de otras partes del cuerpo, los movimientos y la posición de éste en el útero, la nutrición, la presión sanguínea…. lo que hace imposible que se repitan las circunstancias que dan lugar al dibujo final.
Nota sabionda: La función de las crestas y los surcos es la de hacer la piel rugosa en manos y pies para agarrar objetos y que sea mucho más difícil que éstos se deslicen. Esto sigue siendo útil en la actualidad para nuestras manos, pero ya no cumple ninguna utilidad en nuestros pies. Otro vestigio más de nuestro pasado arbóreo donde los pies eran imprescindibles para sujetarse a las ramas. De hecho, los monos y los koalas tienen también huellas dactilares.
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